El uruguayo Manuel Nieto Zas estrena su tercer largometraje en tierras
argentinas, "El empleado y el patrón" (2021), que recupera la temática
rural del anterior trabajo de su autor, "El lugar del hijo" (2013).
Este drama de coproducción argentina, uruguaya, brasileña y francesa
expone las diferencias sociales en un entorno laboral rural sin tomar
partido ni dogmatizar sobre las actitudes de sus protagonistas.
Rodrigo (Nahuel Pérez Biscayart) está a cargo de un extenso campo de su
padre dedicado a la producción sojera. La falta de trabajadores le lleva
a contratar a Carlos (Cristian Borges), hijo de un antiguo trabajador
del establecimiento.
Ambos son jóvenes y tienen una familia con hijos muy pequeños pero ahí
se acaban las coincidencias. Cuando ocurre una tragedia inesperada se
pone de manifiesto el recelo entre los dos mundos, el de los patrones y
el de los trabajadores.
La primera parte de la película se ocupa principalmente de presentar a
los dos protagonistas. Con ritmo pausado, sin anticipar demasiado lo que
vendrá ni cuál será el nudo de la historia, se van dibujando las dos
personalidades que, aunque coinciden en edad y situación familiar, viven
de manera muy diferente.
La lentitud se termina en la segunda mitad de la cinta, cuando la
tensión dramática y la acción surgen a partir de la tragedia que
funciona como catalizador de la desconfianza y el resentimiento de las
dos partes.
Tan significativos como los diálogos son los silencios. Y tan
importantes los enunciados en voz alta como aquellos que apenas se susurran.
Cuando las diferencias parecen superadas por el acuerdo que en
apariencia satisface a todos, la incomodidad permanente de las dos
mujeres (Justina Bustos y Fátima Quintanilla) hace evidente que no es
tan sencillo como parece llegar a la conciliación.
Manuel Nieto Zas retrata la relación de empleado y patrón sin caer en
una postura maniquea, alternando la exposición de debilidades y
fortalezas de ambos personajes.
"El empleado y el patrón" se estrenó en la Quincena de realizadores del
pasado Festival de Cannes y se presentó en otros festivales como San
Sebastián y Mar del Plata.
Filmada en la frontera rural de Brasil y Uruguay, donde se mezclan
idiomas y costumbres, maneja conceptos de culpa y manipulación de índole
universal.
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