¡Tanto quejarse de las noches en vela y con constantes visitas a su
cuna! Ahora, según un estudio de la Universidad de Toronto, resulta que
los sollozos de un bebé tiene un efecto positivo en nuestra función
cognitiva, informa Tendencias 21. En concreto, hace que dicha función
sea más flexible, para que podamos atender tanto al niño como al resto
de tareas que la vida cotidiana demanda.
"El instinto de los padres parece estar programado, sin embargo, nadie
habla de cómo ese instinto puede incluir la cognición", explica David
Haley, co-autor del estudio y profesor asociado de psicología en dicha
Universidad.
"Si simplemente desplegáramos una respuesta automática cada vez que un
bebé empieza a llorar, ¿cómo podríamos pensar sobre la presencia de
elementos preocupantes en el entorno o sobre la mejor manera de
responder a la angustia de los niños?"
Test de Stroop
La investigación se centró en el efecto de las vocalizaciones infantiles
-en este caso, grabaciones de audio de un bebé que reía o lloraba- sobre
adultos, mientras estos completaban una tarea cognitiva.
La tarea en cuestión fue el test de Stroop, que analiza las
interferencias en el tiempo de reacción. Los científicos pidieron a los
participantes que identificaran rápidamente el color de una palabra
impresa, sin tener en cuenta el significado de la palabra en sí (lo que
generaba un conflicto cognitivo).
Entretanto, la actividad cerebral de los voluntarios se midió utilizando
la técnica de electroencefalografía (EEG). La tarea cognitiva fue
realizada inmediatamente después de que los voluntarios escucharan
grabaciones de vocalizaciones infantiles de dos segundos de duración.
Los datos cerebrales revelaron que el llanto de los bebés reducía la
atención de los adultos en la tarea y aumentaba el procesamiento del
conflicto cognitivo, en comparación con las risas infantiles.
El procesamiento del conflicto cognitivo es importante porque controla
la atención, una de las funciones ejecutivas más básicas y necesarias
para completar una tarea o tomar una decisión, señala Haley.
"Los padres están constantemente tomando decisiones y tienen diversas
demandas que compiten por su atención", añade Joanna Dudek, principal
autora del estudio.
Por ejemplo, "pueden estar en medio de una tarea cuando su hijo empieza
a llorar. ¿Cómo se mantienen en calma, fríos y serenos, o cómo saben
cuándo dejar lo que están haciendo para atender al niño?"
Aumento de la flexibilidad cognitiva
Ya se había demostrado que el llanto de los bebés puede causar
"aversión" en los adultos, pero este estudio también demuestra que dicho
llanto puede crear una respuesta adaptativa.
La respuesta consistiría en una "conmutación" en el control cognitivo de
los padres, de tal manera que estos puedan responder eficazmente a las
necesidades emocionales de sus hijos, al tiempo que hacen frente a otras
demandas de la vida cotidiana, sigue explicando Haley.
Así, el llanto de un bebé activaría el conflicto cognitivo en el
cerebro, pero también podría enseñar a los padres cómo enfocar su
atención de forma más selectiva.
"Esta flexibilidad cognitiva es lo que permite a los padres elegir
rápidamente entre responder al bebé o a otras demandas lo que,
paradójicamente, puede suponer ignorar al niño momentáneamente".
Un instinto profundamente arraigado
Estos resultados se suman a un creciente cuerpo de investigación que
apunta a que la atención a los niños ocupa un estatus privilegiado en
nuestra programación neurobiológica; un estatus profundamente arraigado
en nuestro pasado evolutivo. También muestran, como nota Haley, la
enorme capacidad de adaptación de la función cognitiva en el cerebro humano.
Otro ejemplo de hasta qué punto la atención a los niños está enraizada
en nuestra biología lo encontramos en un estudio del año pasado. En él,
investigadores de la Universidad de Michigan (EEUU) descubrieron que el
llanto de los bebés puede reducir la hormona testosterona en sus padres.
Aunque esta reducción no siempre esté asociada con una ‘buena
paternidad’", explicaron entonces los científicos, sí que resulta
necesaria para la protección del bebé en situaciones de peligro.