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El síndrome de la mamá/papá quemados (y II)

La natalidad sigue bajando, mientras la vida profesional y laboral, la
inflación y las dificultades de criar una familia con niños está
haciendo crecer el síndrome de los padres quemados, escribió la
profesora y psicóloga Magda Rivero García en The Conversation.

Más autoexigencia

Los progenitores son conscientes de la importancia de la educación para
el logro de los objetivos de desarrollo personal e integración social.
Las investigaciones sobre el desarrollo infantil, la escuela y los
medios de comunicación han contribuido a transmitir la importancia de la
educación en los primeros años de vida y, muy especialmente, de la
educación familiar y de la colaboración entre los distintos agentes
educativos, fundamentalmente maestros y progenitores.

Existe una clara conciencia de que el futuro de los niños puede verse
muy favorecido por la cantidad y calidad de las experiencias positivas o
entorpecido por las negativas.

Las décadas de los 1990 y 2000 han visto el surgimiento de un modelo de
“parentalidad intensiva”: los progenitores dedican más tiempo y dinero a
la crianza y la educación de sus hijos que las generaciones anteriores,
especialmente en las clases medias.

Por una parte, los progenitores son conscientes de la importancia de
jugar con sus hijos, de interactuar con ellos, de realizar actividades
juntos (dibujar, jugar, mirar cuentos…), de hablarles, de comunicarse.
Las generaciones anteriores dedicaban claramente menos tiempo al juego y
a la interacción directa con los niños.

Por otra parte, proporcionar a los hijos buenos servicios educativos,
sanitarios, de ocio o de apoyo al aprendizaje requiere una mayor
inversión económica y una mayor dedicación al trabajo remunerado.

Un reajuste necesario

¿Qué podemos hacer como sociedad ante esta tendencia? En primer lugar,
reajustar nuestras ideas acerca de lo que los niños realmente necesitan
de nosotros como madres y padres.

Si bien las experiencias positivas o negativas tienen una repercusión
importante, los niños son altamente resilientes y menos frágiles de lo
que tendemos a pensar. No necesitan madres y padres perfectos; hasta
cierto punto, pueden encajar ciertas contradicciones y frustraciones
propias de la vida cotidiana. Las frustraciones forman parte de la vida
y los más pequeños deben aprender a afrontarlas. Aprender a tolerar la
frustración es clave para el desarrollo socioemocional.

Tampoco necesitan a los adultos el 100 % de su tiempo. Si les damos
oportunidad, aprenden a disfrutar por sí mismos de sus juegos,
encuentran sus propias distracciones, viven sus fantasías… No nos debe
asustar que experimenten momentos de aburrimiento.

Acompañamiento y apoyo social

Por otra parte, sería importante crear servicios públicos de apoyo y
asesoramiento para la crianza dirigidos a las familias, prácticamente
inexistentes en la actualidad, además de mantener y elevar la calidad de
los servicios públicos en general (educativos, sanitarios, sociales…).

En definitiva, apoyar a niños y jóvenes en su desarrollo personal e
integración activa en las sociedades complejas es una tarea colectiva en
la que las madres y los padres deberían sentirse acompañados en el
ejercicio de su importante papel.

© SomosTV LLC-NC / Photo: © Monstera / Pexels