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Salvador Calvo escribe sobre el estreno de "Valle de sombras", que protagoniza Miguel Herrán

Por Salvador Calvo *      

"Valle de sombras" surgió de manera casual planificando un viaje a la India. Consultando distintas guías de viaje descubrí con alarma que existía una zona en el norte que bautizaban como el triángulo de las Bermudas de la India por la cantidad de personas desaparecidas. No se decía mucho más sobre el motivo de las "extrañas desapariciones". Se lo comenté a Alejandro Hernández, al que me une una gran amistad y una vida de trabajo juntos. Nos pusimos a investigar en qué zona se habían producido dichas "desapariciones", el Himachal Pradesh, descubriendo una región a la que acuden muchos jóvenes mochileros atraídos por la marihuana que crece de manera salvaje en la ladera de sus valles.

En esa zona han proliferado las raves y fiestas lisérgicas, desplazando a lugares como Goa o la maltrecha Ibiza, demasiado explotadas por el turista mainstream. Pero esta zona no solo atrae a "jóvenes neohippies" con ganas de nuevas experiencias. El valle se ha convertido en un reclamo para traficantes de drogas, lo que ha generado serios problemas con la población local de esta apacible región de tradición budista y sij. Algunos especulan que esos extranjeros se quedan en el valle a vivir su particular Shangri-la, pero otros muchos creen que lo que realmente ocurre es que son asesinados al convertirse en testigos incómodos de las redes de narcotráfico que operan en la zona.

El choque explosivo de esos tres mundos tan distintos se convirtió en la base formal para desarrollar nuestra historia. Una historia de personajes, de Quique, el superviviente de un ataque a una tienda de campaña por unos desconocidos. A través de él hablaremos de la culpa, del valor para enfrentar los miedos, de la amistad, la solidaridad, la redención y el perdón. Este último será el tema central que vertebra la película. Quique tendrá que aprender a perdonarse a sí mismo por lo que hizo, aun sabiendo que nunca podrá olvidar lo que le sucedió. Esa será una mochila con la que cargará toda la vida.

Habrá aventura, paisajes exóticos, pero intentando que todo ello no se coma el eje principal de la historia, esa historia de personajes. Quizás sea ese el mayor de los retos, el no perder nunca de vista ese viaje catártico de Quique que le obligará a cambiar, a madurar a la fuerza. He tratado de hacer una película de las de antes, de las de toda la vida, que mezcla drama, aventura, y thriller con paisajes impresionantes y civilizaciones desconocidas. Una película que tiene ecos de películas como "Horizontes perdidos" de Capra y bebe de clásicos de la literatura de viaje como Salgari, Verne, Conrad, Twain, o London, y que formó parte de las lecturas de mi infancia. De ahí nació mi fascinación por viajar y el magnetismo que ejerce en mí el encuentro con otras culturas.

Fascinación que por suerte comparto con Alejandro Hernández, mi guionista, y Javier Ugarte, mi productor y gracias a la cual se embarcaron en esta "locura". Hacer una película con presupuesto español, muy ajustado, pero con ambición de ser grande, como lo es su historia. ¿Cómo lograr hacer eso? Enrolando a un equipo de entregados a la causa que se han dejado la vida en esto, desde el director Alex Catalán que tuvo que hacer su habitual magia pero sin medios, al diseñador de producción Antón Laguna que no paro de buscarse la vida con lo que había, a mi fiel ayudante Borja que hacía y deshacía planes campeando avalanchas e imprevistos de todo tipo, a Sarai y Noe de maquillaje y peluquería que ponían postizos y heridas a -18ºC, a ese Enrique y Sergio que se desvivían por nuestra seguridad y porque no nos faltara de nada, a Nuria que siempre con una sonrisa vestía a monjes y actores a primerísima hora de la mañana… y a un largo etcétera de uno de los mejores equipos que he tenido nunca. A eso hay que sumar a un equipo artístico capitaneado por un Miguel Herrán, que se echó encima la película no fallando ni un solo día, y sin perder su sonrisa. Un trabajo muy exigente y profundo. Exigente en lo físico, no ha sido nada fácil rodar a esa altitud, en ocasiones a 6000 metros, una altitud similar al campamento base del Everest, y con temperaturas bajo cero, pero también muy exigente en lo emocional. Teníamos que contar ese proceso interno de cambio del personaje muchas veces sin palabras, a través de los ojos de Miguel, de su profunda mirada. Junto a él, y remando a la par unas maravillosas Susana Abaitua y Alexandra Masangkay que construyeron personajes memorables llenos de complejidades. Dos mujeres fuertes, con enormes cicatrices físicas, pero sobre todo psicológicas. No quiero olvidar mencionar al grupo de tibetanos actores, sin experiencia cinematográfica alguna, pero con mucha intuición y alma que nos ayudaron a contar esta ambiciosa historia.

(*): Tras una amplia y exitosa carrera como director de series y miniseries de televisión, el madrileño Salvador Calvo debutó como realizador de cine con "1898. Los últimos de Filipinas" (2016), que consigue 9 nominaciones en los Premios Goya, incluyendo Mejor Dirección Novel. En 2020 estrenó su segunda película, "Adú", que le valió 13 nominaciones a los Goya y 4 galardones, entre otros, Mejor dirección. "Valle de sombras", su tercer largo, llegará a cines españoles el próximo día 12 de enero.

© SomosTV LLC-NOTICINE.com / Photo ©: La Terraza Films